Adriana Heredia Sánchez, de la Universidad de La Habana e integrante del Proyecto InCUBA.uhhu, explicó en el último Seminario Taller Prodem los rasgos específicos del ecosistema emprendedor en la isla.
Prodem: ¿Qué significa emprender en Cuba? ¿En qué estado está allí el ecosistema emprendedor?
Adriana Heredia Sánchez: Realmente en Cuba se empieza a hablar de emprendimiento e innovación hace cinco años, de una manera muy aislada y fundamentalmente en espacios académicos. Nosotros en ninguna de las carreras de la universidad tenemos nada relacionado con emprendimiento. La Facultad de Economía en ese sentido fue pionera, porque hay una asociación con la Humboldt University, y en ese marco armamos una escuela de verano, en la cual empezaron a darnos un curso que se llama “Entrepreneurship”. Así fue nuestro primer acercamiento a la cultura “emprendedorica”, de esa forma se fue dando el fenómeno desde la academia.
En paralelo a eso se empieza a dar un fenómeno de apertura del sector privado en Cuba, desde 2008, con el siguiente proceso: se aprobó un listado de 189 actividades bien específicas, donde las personas solamente deben ir a una oficina, solicitar su licencia y comenzar su empresa. Son emprendimientos personales y de bajo perfil, lo que se llama trabajo por cuenta propia. No tienen siquiera personalidad jurídica, es decir, no se registra la empresa en un registro mercantil, solamente ejecutan ese negocio como persona natural.
En ese sentido empezamos a ver una carencia de lo que era un ecosistema propicio para darle empuje a ese segmento. Primero, veíamos que había un problema del tema de financiamiento, es decir, muchos de estos negocios iniciales empezaron con dinero de familiares que vivían fuera de Cuba y empezaron a enviar dinero a la isla para desarrollar este proceso. En contraposición a esto, el gobierno cubano comenzó a probar una línea crediticia para empezar a darles crédito a estas personas naturales, de modo que realizaran sus emprendimientos.
Hasta ese momento no era posible dar crédito libremente, porque en Cuba el sistema de crédito no estaba nada desarrollado. Ciertamente la política crediticia en Cuba tenía muchos desafíos por delante, las tasas de interés eran altas, y cada uno debía demostrar que contaba con un fiador solidario, que tuviera disponible la misma cantidad de dinero que se estaba pidiendo al banco, de modo que sirviera como un [aval] colateral. Por lo cual, si yo conozco a una persona allegada que tiene esa cantidad de dinero, pues se lo pido a ella personalmente…
Esos fueron los principales avances dentro del objetivo de apoyar a ese sector privado, y ahí quedó todo. En ese sentido afirmo que el ecosistema en la isla es prácticamente inexistente.
¿Qué rol juega en todo esto la Incubadora? En diciembre de 2015 la Humboldt University junto con la Universidad de la Habana, comienzan a promover un proyecto de incubadora de empresas, en un espacio pequeñito y con un modelo un poco express. Esa fue la primera vez que empecé a oír sobre incubadoras de empresas, tras haber estudiado cinco años de economía, ¡así que imagínense lo que eso significó para mí! Llegó en un momento muy importante de mi vida, porque yo recién me había graduado, y había comenzado una maestría en economía, y estaba muy frustrada porque no veía la aplicación. Ahora estamos en un proceso de cambio importante, estamos cambiando el modelo económico cubano, dándole más apertura al mercado y quiero ver cómo puedo contribuir a esto. Porque los modelos que estaba estudiando no me daban respuesta.
P: ¿Cómo son las empresas que están incubando? ¿Son de base tecnológica?
AHS: Tenemos diversidad, porque hay 32 facultades en la Universidad de la Habana, pero no todas pueden aplicar a la incubadora por motivos de recursos limitados tanto en espacio como en personas. No podemos tener tantos emprendedores juntos. Entonces estamos aceptando principalmente proyectos de las facultades de Biología, Ingeniería y Matemáticas, que tienen un perfil asociado a la biotecnología, al desarrollo de energías fotovoltaicas y desarrollo de software, fundamentalmente.
P: ¿Los que se acercan son investigadores? ¿Tienen ellos la idea de “voy a formar mi empresa y generar plata”?
AHS: No, porque todas estas personas que se acercan al proyecto Incuba son docentes o estudiantes de la universidad, pero tienen un gran problema: después de que hacen toda su investigación, muchas veces no fructifica. En Cuba se dice “descubrí el agua tibia”, es decir algo que puede tener impacto en el sector productivo pero se va acumulando y archivando en un montón de folios, que realmente nunca se concretan en nada.
En la incubadora al menos las personas pueden ver la posibilidad de viabilizar y materializar sus proyectos. Yo primero entré en un grupo inicial y luego pasé al equipo organizador. Ninguno teníamos la noción de “vamos a crear nuestro negocio y ganar mucho dinero” pues sabíamos que esto está enmarcado en la universidad. Y cuando tú eres empleado de la universidad, cualquier producto que generes obviamente se lo estás dando a la institución. Ese es uno de los principales retos que actualmente tenemos que resolver: no tenemos mecanismos claros para hacer llegar una remuneración económica, por decirlo de alguna manera, a los emprendedores. Es decir, cuando uno entra en la incubadora, está cediendo su trabajo a la universidad, no lo está viendo como un fin privado, sino de qué forma puedo generarle valor a la institución para la cual trabajo.
En ese sentido muchas personas veían esto como un ejercicio académico más. Era visto como “es parte de mi trabajo”, sin la noción de montar una empresa, ni formar un producto con una práctica innovadora, eso es prácticamente inexistente.
Veíamos esto en profesores mayores de 25 años. Pero también nos pasa algo muy interesante: recibimos emprendedores que eran estudiantes, fundamentalmente de la Facultad de Cibernética de la universidad, donde tienen una mayor noción sobre el emprendimiento porque les abrimos las puertas. Y los muchachos empezaron a saber qué es una startup y sus posibilidades reales para emprender. Y muchas personas empezaron a decir: “Yo sí tengo interés de formar mi empresa. Soy estudiante y no sé si me voy a quedar trabajando en la universidad una vez que me gradúe. En ese caso ¿qué pasa con mi idea?”.
En esa situación tenemos dos proyectos específicamente, y estamos trabajando cómo vamos a generar esto, pues implica darle la vuelta al marco legal existente en Cuba. Ese proyecto está generando una institucionalidad, lo cual implica que tenemos que crear el marco legal que queremos en base a todo esto que queremos formar.
Tenemos que cambiar la forma en la cual se ha estado llevando a cabo todo este proceso. Hasta el momento sólo existe una oficina de transferencia de resultados de investigación. Tú investigas en un centro de producción de la investigación, y esos resultados se los transferimos al sector productivo. Parte de tu trabajo es generarle valor a la universidad, pero no existía un precedente del tipo “estoy en la universidad y quiero crear una alternativa”. Uno de los desafíos que tiene Cuba, es de qué manera se modifica o se proponen las alteraciones al marco legal para poder operar.
P: ¿Cómo entra el gobierno en este juego?
AHS: Hasta el momento estamos gestionando, a través de la vicerrectoría de la universidad de la Habana, la decana de la facultad de derecho y un equipo legal, una propuesta concreta para ser presentada ante las instancias correspondientes. Cada pasito que se da en Cuba nos acerca un poco más, para que se dé el reconocimiento y para que exista voluntad política para apoyar este proyecto.
P: ¿Existen altas expectativas respecto a esto?
AHS: Si, existen altas expectativas. En la Asamblea Nacional se dijo que la primera incubadora de empresas está en La Habana y se mostraron los resultados concretos a los que habíamos llegado.
Hay inquietud también, al menos de mi parte, sobre qué está pasando en el sector privado en Cuba. Ahí es necesario empezar a pensar en los muchachos del sector privado que no tienen permitido hasta el momento entrar en la incubadora. Eso me obligó a ir a la calle y enfocarme en un sector que me resulta de mucho interés: los programadores, un tipo de emprendimiento privado que genera valor y es asociado con el conocimiento. No son actividades menores como restaurantes o rentar apartamentos, sino con mayor valor agregado.
Estos muchachos operan bajo un marco legal bastante inestable, porque están bajo una sombrilla legal, que se denomina “programador de equipo de cómputo”, tal es la licencia que se les da, pero no se especifica qué cantidad de cosas se pueden hacer con esa licencia. Están a expensas de que eso mañana pueda cambiar, y perder lo que están haciendo. Los muchachos que están en ese sector están bastante organizados y están culturizándose sobre emprendimiento por su cuenta, han generado espacios de intercambio por su cuenta, se llaman Organización de Encuentros de Desarrollo, OCD.
Una vez al mes se reúnen tres horas. En la primera hora y media comparten el estado del arte, los avances tecnológicos en el mundo, y cómo esto puede ser aplicado a Cuba, y luego tienen una presentación de un emprendedor que está generando un negocio en software o en tecnología, hacen como un pitch.
Pero cuando yo voy a ver que están haciendo, me doy cuenta de que es un pitch muy técnico, sin ningún respaldo económico. No tienen idea del marco legal en el que están operando, ni tienen todo ese acompañamiento que nosotros damos en la incubadora.
Entonces, un reto que teníamos por delante es qué hacer con estos muchachos y cómo apoyarlos. En estos marcos se crea una asociación civil llamada Unión de Informáticos de Cuba, donde precisamente los informáticos tienen como objetivo apoyar el desarrollo de este sector específicamente. Yo formo parte del comité académico de la Unión de Informáticos de Cuba, me acogieron para poder transferir un poco del conocimiento. Y estamos diseñando un esquema parecido al de Incuba, pero enfocado en el desarrollo de software para el sector privado.
Y englobando todo esto, tenemos una red de emprendimiento de académicos, hemos logrado una red para discutir el estado del arte en estas temáticas en Cuba y en América Latina, que no sólo engloba lo de la Facultad en Economía sino también a profesores del resto de facultades de La Habana con centro de investigación adjunto.
Actualmente la red cuenta con 89 personas y tenemos una reunión para institucionalizar la red, de forma que podamos apoyarnos y presionar, y lograr una cierta cohesión, entre los diferentes actores, que den más para el ecosistema de emprendimiento en Cuba.
P: ¿Cómo ven los pares a quienes deciden hacer este proceso de transferencia?
AHS: Realmente ha sido acogido con júbilo en toda la universidad. Hace tres semanas empezamos la tercera ronda de incubación, y en el proceso de selección, un equipo se presentó y nos dijo: “Tenemos esta cartera de productos, dime cuál quieres y me da igual, lo que quiero es estar en Incuba”. Es decir, el potencial es enorme, es gente muy preparada, en Cuba la cualificación en los puestos de trabajo es alta, generan mucho pero no saben cómo canalizarlo.