El fallecimiento del fundador de Apple y Pixar y el creador del iPod, entre tantas otras cosas, ha impactado en las portadas de todos los medios del mundo. Acá, una reflexión de Hugo Kantis sobre este “Da Vinci de los negocios” y los emprendedores en América Latina.
La muerte de Steve Jobs ha conmocionado al mundo. Su contribución a la innovación tecnológica ha sido tan enorme, que en cada click o pantalla que frecuentamos se advierte su legado. En 1976 fundó Apple, la compañía pionera en computadoras personales. Y hay que contabilizar su protagonismo en la productora Pixar, en la revolución de la industria musical provocada por su iPod más iTunes, el omnipresente iPhone y la impactante iPad. Alguien lo definió como un Leonardo Da Vinci con visión de negocios, esa visión que, sumada a su perseverancia, le permitiría responder años después con más innovación, ante la mayor competencia. Sin esa energía emprendedora nada de esto hubiera sido posible, y esto para la sociedad en la que se desarrolló no hubiera sido gratuito, ni en términos de innovación, ni en generación de empleo.
La pregunta que encabeza esta nota, sin embargo, no debe ser entendida en un sentido literal. Más que aludir a la posibilidad de generar una mente tan brillante, preguntarse por un Jobs latinoamericano refiere a su carácter de ícono emprendedor, como símbolo de aquellas virtudes que le permitieron conquistar tales logros. En nuestros países hay gente con visión y pasión por emprender, proactiva y perseverante. Pero necesitamos que haya muchos más, que aspiren a llegar alto y que tengan viento a favor para lograrlo. Indudablemente, un Jobs no puede ser visto sólo como un caso excepcional, o como el simple resultado de la aventura individual de un superhéroe. Por el contrario, los emprendimientos innovadores exitosos son productos sociales, en los cuales lo individual y lo colectivo se conjugan en perfecta sintonía. Para que ello ocurra, es necesario provocar un shock cultural de emprendimiento e innovación en todos los planos, comenzando por el sistema educativo (en todos sus niveles), y los valores que se transmiten en las familias. Además, es necesario multiplicar la inversión en investigación y desarrollo en forma profunda y sostenida, y orientarla más hacia aplicaciones que puedan conducir a la innovación. También hay que revisar los aspectos normativos y tributarios que puedan afectar a quienes recién arrancan o están dando los primeros pasos de su emprendimiento, y potenciar con fuerza e inteligencia a los que quieren crecer en serio. Adicionalmente, hay que promover el desarrollo de una oferta de financiamiento que banque el riesgo y las necesidades específicas de los emprendimientos en sus distintas fases. Y de espacios de aprendizaje y vinculación que fomenten las redes con otros emprendedores, con empresarios experimentados y con buenos profesionales de apoyo.
Tenemos algunas piezas, pero hay muchas que aún deberemos construir, para armar con éxito el rompecabezas del emprendimiento y la creación de empleos de calidad. Miles de “Jobs” es el objetivo, con su empuje y capacidad de innovación.
Esta columna también fue publicada por el Diario El Observador (Uruguay) y por el Diario Perfil (Argentina).