Un reciente artículo en la prensa argentina da a conocer la articulación entre emprendimientos innovadores y la solución de problemas concretos. Acá, una reflexión sobre esta combinación, junto con el texto periodístico.
Uno de los factores que contribuyen a la generación de emprendimientos con alto potencial de crecimiento es que su propuesta de valor sepa capitalizar tendencias del mercado y/o que articularse en torno a cadenas de valor dinámicas. En América Latina existen numerosos ejemplos de este tipo de espacios de oportunidades. En otra nota de este mismo número hemos destacado, por ejemplo, iniciativas emprendedoras que han sabido aprovechar el boom minero en el norte de Chile. También hemos destacado el potencial de oportunidades de emprendimiento -aún poco explotado- que existe en Panamá en torno a grandes motores económicos tales como el canal y su red de negocios conexos, o el poderoso sistema financiero panameño.
Otro de los ingredientes clave para el desarrollo de emprendimientos innovadores es el conocimiento científico y técnico aplicado a la solución de problemas concretos para los cuales hay demanda efectiva o latente. Tal es el caso de los emprendimientos que se presentan en la siguiente nota publicada por el periódico argentino Clarín el día 8 de marzo pasado.
El texto del artículo, con firma de Francisco De Zarate, es el siguiente:
“Con el estiércol de tres vacas se puede generar el gas necesario para calentar las comidas diarias de una familia. Sólo hace falta una máquina que convierta desechos en energía a un costo no demasiado alto. Esa inquietud fue la que llevó a Guido Casanovas y sus dos socios, ingenieros agrónomos como él, a desarrollar la tecnología, hoy a prueba en una escuela de Pergamino. “Creamos biodigestores de bajo costo para familias que no tienen acceso a la red o dependen de garrafas. Así pueden aprovechar los desechos de su huerta y el estiércol de sus animales”.
El proyecto es una de las áreas de trabajo de Grupo Ifes, su empresa, y uno de los éxitos de Incubagro, la incubadora de negocios de la Facultad de Agronomía de la UBA en la que Casanovas dio sus primeros pasos en 2009. No es el único éxito. El responsable de Incubagro, Gustavo Schrauf, se enorgullece de haber servido de ayuda para transformar a estudiantes y científicos en emprendedores en electrónica, energía y biotecnología.
De este último rubro es la empresa Neogram. Con biotecnología quieren mejorar la pobre calidad nutritiva de un pasto que se da bien en el norte de la Argentina, una zona cada vez más usada para la ganadería frente al avance de la soja. Lo que empezó como un proyecto en la carrera de biología molecular de Camila Petignat (27) y sus dos socias, hoy es un desarrollo a tres años que cuenta con el financiamiento de un inversor.
Con la misma idea de aplicar conocimiento a mejorar un producto, el francés Jean-Philippe Boulanger buscó ayuda en la facultad de Ciencias Exactas para alumbrar Ecoclimasol, su emprendimiento de información climática por Internet. Lo que a primera vista puede parecer una página más, se distingue por el procesamiento de datos: “Investigué 20 años sobre clima. Lo normal es encontrarte con servicios que bajan información de Internet, nosotros analizamos con métodos propios datos comprados en el mejor centro de Europa”.
En esta breve nota también aparecen algunas instituciones en las cuales estos emprendedores han encontrado apoyo, ayudando a que sus proyectos prosperen. Estos ejemplos refuerzan nuestras ideas, favorables a que las instituciones de conocimiento se comprometan en la promoción del emprendimiento innovador, capitalizando así sus activos tangibles e intangibles.