La revista Forbes reseña en una nota reciente los logros de Israel y apunta a “extraer lecciones en materia de innovación y desarrollo” que pueda aprender la Argentina. El director del Prodem es uno de los entrevistados para la producción, donde la pregunta clave se resume así: ¿es posible replicar tal modelo en un país latinoamericano?
El artículo, del que no se menciona el autor, resume inicialmente las condiciones de Israel: “Son poco más de 9 millones sus habitantes, sus recursos naturales son limitados, su mercado interno es pequeño y una constante en su historia son los conflictos geopolíticos. Sin embargo, y a pesar del contexto, Israel es un referente en materia de innovación, desarrollo y emprendedorismo. Su experiencia ofrece lecciones para los países que persiguen potenciar su ecosistema emprendedor o aspiran a convertirse como él, en una ‘startup nation’, tal como titularon Dan Senor y Saul Singer en su libro de 2009”.
Con una superficie pequeña, “este país de Medio Oriente es el que más unicornios (empresas de base tecnológica que alcanzan una valuación de US$ 1.000 millones) tiene per cápita a escala global, dado que, entre los radicados en Israel y los fundados por israelíes en el extranjero totalizan unos 60”.
Además, “el país tiene más de 9.400 empresas de alta tecnología activas, alrededor de 2.600 inversionistas y 418 aceleradoras e incubadoras”. Y se pregunta ”¿Qué hace de este país tierra fértil para estas empresas? Los especialistas coinciden en una única respuesta: una alianza virtuosa entre el sector privado, el Estado y las universidades”.
Al primer experto que consulta es a Hugo Kantis, quien “detalla el programa por el que en 1990 (en Israel) crearon 24 incubadoras para apoyar laboralmente a la inmigración rusa, en su mayoría científicos e ingenieros; el programa TNUFA, que otorgaba capital semilla para proyectos de investigación y desarrollo; y, por último el Yozma, para la creación de una industria de Venture Capital que se inició con el Estado invirtiendo, por un lado, en 10 fondos con socios privados y, por otro lado, directamente en startups con un fondo propio”.
Y luego explica Kantis en modo directo: “Así se fue construyendo un ecosistema de base público privada con el juego de varias fuerzas dinamizadoras: las universidades con sus centros de investigación, de emprendedores, incubadoras y aceleradoras; el Estado inyectando recursos y los inversores del Yozma. Pero también las startups, muchas adquiridas por empresas multinacionales, con frecuencia transformando sus centros en líderes de investigación y desarrollo”.
También se suma Gustavo Schutt, consultor especializado en negocios, que viajó en 2017 a Israel como invitado por Innovation Experience, una organización internacional que conecta a emprendedores del mundo con el ecosistema israelí: “Están todos alineados viendo cómo ayudar a los emprendedores. Pero, además, hay muchos lugares donde reunirse e intercambiar información; está todo muy a la mano, cualquiera que necesita un contacto fácilmente puede conseguirlo”
Ola de unicornios
Más adelante, el artículo vincula al país de Medio Oriente con la Argentina: en 2021, “la Argentina alcanzó el récord de nuevos unicornios con seis incorporaciones. A los cinco históricos (MercadoLibre, Globant, Despegar, OLX y Auth0) se le sumaron, beneficiadas en parte por la trasformación digital que aceleró la pandemia, Aleph, Bitfarms, Vercel, Mural, Ualá y Tiendanube. ¿Significa este fenómeno que iniciamos el camino del éxito israelí?”
Schutt responde: “Creo que la Argentina tiene un potencial bárbaro, pero aún estamos lejos de ser como Israel. Falta esa sinergia entre las universidades, el Estado y el sector privado. Si bien, el argentino también tiene un contexto adverso que lo obliga a innovar y reinventarse, no hay un objetivo macro social”.
Y para el cierre y las conclusiones principales del artículo, el director del Prodem “reconoce ‘luces y sombras’ en el desarrollo del ecosistema emprendedor argentino y recuerda cuando, como salida a la crisis de 2001, el país tuvo “una explosión” de nuevos emprendimientos, curva que comenzó a declinar en 2017, pero que dio lugar al surgimiento de nuevos sectores de actividad como el de software y el de la biotecnología.
Luego agrega Kantis: “La Argentina concentra, luego de Brasil, el mayor número de estas empresas. Ahí también está la decena de unicornios argentinos y toda esta nueva generación de startups tecnológicas que no existían hace 20 años o algunas comenzaban a gatear. Esta evolución generó lo que algunos colegas llamaron el efecto multiplicador. Es decir, las empresas comienzan a ser cuna de nuevos emprendedores y de mentores beneficiando al ecosistema”. Como dato no menor, dice el texto, Kantis “destaca de la Argentina el sistema universitario con opciones de calidad incluso públicas y gratuitas”.
Y luego agrega: “El problema es que no se aprovecha la plataforma de ciencia y tecnología que, si bien es muy limitada en comparación con países como Israel, es de las más potentes de América Latina. Por otra parte, no tenemos un entramado institucional sólido y articulado donde los emprendedores puedan encontrar una ruta especializada de servicios de apoyo”.
Finalmente, según Kantis, “la clave es la existencia de un pensamiento estratégico colectivo. ‘Están los que creen que los ecosistemas se desarrollan solos, pero la realidad es que los casos más exitosos, aun Sillicon Valley, se desarrollaron por la conjunción de iniciativas descentralizadas y estrategias deliberadas’, concluye”.
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