Hay un camino tentador para tener éxito con una nueva empresa: seguir los pasos recomendados por algún famoso gurú. La mala noticia es que ese camino no asegura nada, porque no existen las “recetas”. Aquí sugeriremos un camino menos cómodo, pero más ajustado a la realidad.
Por Hugo Kantis
El primer mito a vencer es que existen emprendedores exitosos puros. Si así fuera, bastaría con elegir a quienes lograron hacer nacer y crecer aceleradamente a sus empresas para estar ante la posibilidad de aprender de sus “buenas prácticas”. La experiencia indica, por el contrario, que el éxito alcanzado es el resultado neto entre un conjunto de aciertos y una larga lista de errores. De esta forma, lejos de tener recetas, tenemos lecciones aprendidas que difícilmente puedan aplicarse en forma exacta a otras situaciones. Pero esos aprendizajes serán fuente de inspiración para desarrollar nuestra propia creatividad y responder ante contextos inciertos. El camino propuesto, entonces, es el de un “antimanual”.
Cómo hicieron. Explorar las lecciones aprendidas fue el ejercicio que hicimos a lo largo de varios años desde el Prodem, tomando como punto de partida las experiencias de más de 30 fundadores de empresas jóvenes de Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador, Brasil, Colombia y Costa Rica.
Por esa vía buscamos entender cuestiones bien concretas. Por ejemplo, cómo hicieron los creadores de empresas para:
– Construir equipos emprendedores efectivos;
– Identificar la idea de negocio sobre la que montaron el proyecto empresarial;
– Desarrollar el producto y validar que tenía un mercado con alto potencial;
– Construir sus redes de contacto;
– Decidir cuándo era el momento apropiado para salir al mercado;
– Conquistar el primer cliente;
– Financiar el lanzamiento y los primeros tiempos de la firma;
– Atraer y retener talentos;
-Proteger la innovación y mantenerse actualizados respecto de las novedades tecnológicas y comerciales;
– Salir al exterior.
En otras palabras, ¿cómo hicieron esos empresarios de América Latina para construir una organización innovadora dinámica? El presente texto, basado fundamentalmente en el capítulo 2 del libro “Corriendo Fronteras. Para crear y potenciar empresas”[1], lo dedicaremos al primero de los grandes ejes enunciados: la construcción de equipos emprendedores efectivos.
Mejor acompañados que solos. Hace un tiempo un consultor español, autor de varios libros, postulaba que emprender en equipo complicaba a la gente y la confundía, pues la hacía suponer que para crear una empresa precisaba un socio, cuando en realidad lo que estaba necesitando era un consejero o un inversor. O inclusive, muchas veces no quería aceptar que carecía de ¨madera para emprender¨. Un punto de vista provocador, sin duda, que merece todo nuestro respeto.
Sin embargo, en nuestra experiencia, es difícil encontrar emprendimientos innovadores que no hayan sido fundados por equipos. Porque la diversidad de los desafíos que se deben enfrentar para crear y potenciar la nueva empresa, requiere de la articulación de capacidades heterogéneas y complementarias. Uno de los emprendedores lo expresaba de esta forma:
“En nuestra experiencia, para innovar se requiere aprender a trabajar armónicamente con equipos de personas diferentes entre sí. Es como dirigir una orquesta de músicos talentosos, donde cada uno tiene su idea de cómo deben hacerse las cosas”. Rolando, socio fundador de Drillco.
Aprender a emprender. El desarrollo de capacidades emprendedoras y el armado de equipos potentes son algunas de las claves sobre las que nos aleccionan las experiencias emprendedoras. Diversas preguntas formuladas a los empresarios para la realización del libro dispararon muy ricas reflexiones, y los llevaron a reconstruir su propia historia, con conclusiones útiles para otros y para sí mismos.
Una cuestión crucial, entre otras: ¿Cómo aprendieron a emprender? En primer lugar, resulta claro de sus respuestas que no basta con hacer un curso de capacitación, tal como ocurre en otros campos del conocimiento. Buena parte del aprendizaje para emprender es de naturaleza empírica, y el desarrollo de estas capacidades es el resultado de una trayectoria en el tiempo. Por ejemplo, los conocimientos técnicos que obtuvieron los nuevos empresarios, en las universidades donde estudiaron, resultaron muy importantes, así como la capacidad de negociar, desarrollar redes y obtener contactos a partir de la experiencia laboral previa. Lo importante, en cualquier caso, es entender que el emprendedor se parece a un viajero que está siempre alerta, y que de ese modo consigue llevarse lo mejor de cada estación por la que atraviesa en su camino de vida. Hasta que, en algún momento, logra capitalizar todo lo incorporado en el “viaje”, en torno de un proyecto empresarial. Y esto, por otra parte, ocurre en interacción con otros: algunos de ellos conformarán el equipo emprendedor junto con él, mientras que otros permanecerán como parte de su red de apoyo (algo tan importante como el equipo, y a lo que nos referiremos en otro texto).
Socios para la aventura. Otra batería de preguntas, en Corriendo fronteras, giró alrededor de la decisión de asociarse. ¿En qué medida fueron determinantes la buena química personal y las ganas de compartir la aventura emprendedora, y hasta dónde pesó el conocimiento previo y la base de confianza preexistente? La confianza es clave, pero aun así, no alcanza sólo con ella. Los emprendedores suelen basarse en la lectura de señales, esto es, de gestos y actitudes, no siempre de palabras, que emiten los demás. Por ejemplo, para percibir si existen valores compartidos, un factor muy relevante. Porque en definitiva el emprendimiento, como si fuera un matrimonio, los enfrentará a situaciones de presión psicológica, de alta incertidumbre y, con frecuencia, de angustia. En estas situaciones difíciles, los conflictos potenciales acechan a la vuelta de la esquina. Pero también es común encontrar en estos casos una mirada sobre los aportes que cada quien tiene para sumar al emprendimiento, ya sean conocimientos, contactos, temperamento o recursos, aunque no se trate de cuentas exactas. Un buen balance de estos ingredientes es fundamental para conformar equipos armónicos, en los que los compromisos y las apuestas de las partes sean parejas. La palabra apuesta, no casualmente, es muy apropiada, dado que también existe una buena dosis de riesgo. Porque se trata de emprender.
Otra de las capacidades destacables es la empatía, esto es, ser capaz de ponerse en los zapatos del otro cuando existen posiciones divergentes, y actuar con flexibilidad en pos de los objetivos compartidos. Otro tanto ocurre con la capacidad de generar ambientes positivos y climas en los cuales los desafíos son enfrentados con entusiasmo y una combinación de trabajo duro y sentido lúdico. El disfrute y la diversión son motores vitales para los emprendedores innovadores. Esto es algo muy importante que logra contagiar a los colaboradores que se suman al equipo, con quienes compartirán el deseo de ser protagonistas de una aventura innovadora, una iniciativa que prometa correr las fronteras de lo preestablecido.