En los últimos años ha tendido a crecer el número de iniciativas para estimular el nacimiento y desarrollo de firmas innovadoras con alto potencial. Un reciente estudio del Prodem estudia diversos casos en América Latina. Acá, un resumen a modo de anticipo y los casos de Brasil y Chile.
La investigación del Prodem, realizada por Hugo Kantis, Juan Federico y Cecilia Menéndez, analiza los ejes centrales de la política reciente en desarrollo emprendedor (DE) en América Latina, con foco en las nuevas empresas orientadas al crecimiento. El trabajo indica que los principales instrumentos combinan alguna forma de asistencia técnica con la provisión de capital semilla, en la forma de aportes no reembolsables.
Al mismo tiempo, el estudio revela que las iniciativas orientadas al desarrollo de capital de riesgo son todavía una materia pendiente en la mayoría de los países, aunque ya hay algunos pasos concretos. Asimismo, por lo general las políticas estudiadas se focalizan en acciones que buscan impactar en el corto plazo y apoyan las últimas fases del desarrollo del proyecto. Por oposición, las iniciativas destinadas a ampliar el flujo de emprendedores a largo plazo y buscar acelerar el crecimiento de empresas jóvenes, se encuentran aún ausentes en la región.
Un último resultado de la comparación es que, en general, los gobiernos han tendido a moverse hacia un “segundo piso”, descentralizando la asistencia directa a los emprendedores en manos de un conjunto de instituciones especializadas de la sociedad civil.
Las cuatro preguntas
Los objetivos del trabajo son: (a) caracterizar las principales políticas para nuevas empresas innovadoras orientadas al crecimiento desarrolladas en América Latina en los últimos años, (b) identificar las principales tendencias observadas, y (c) reflexionar acerca de los desafíos más importantes que se abren de cara al futuro.
En base a estos objetivos, se elaboraron las siguientes preguntas de investigación:
– ¿Cuáles son las principales características de las políticas de apoyo a las nuevas empresas innovadoras orientadas al crecimiento en América Latina (población objetivo, instrumentos, áreas de actuación, entre otros)?
– ¿Cómo es el esquema institucional y el rol del Gobierno en este tipo de políticas en la región?
– ¿Cuáles son las principales tendencias que se observan en este tipo de políticas en América Latina?
– ¿Qué reflexiones e implicancias se pueden extraer para el diseño de políticas para nuevas empresas innovadoras orientadas al crecimiento?
Para ello se realizó un análisis comparativo de las principales políticas nacionales de apoyo al surgimiento de nuevas empresas innovadoras orientadas al crecimiento en Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay.
Las políticas
En base a una clasificación inicialmente presentada por Stevenson y Lundström (2007)[1], presentamos a continuación distintos enfoques para clasificar las políticas de creación de empresas, que dan cuenta de la importante heterogeneidad que caracteriza a este tipo de políticas. El primero se refiere a la posibilidad de que las mismas formen parte de las políticas PyMES (SMEs Add-on), versus la opción de éstas cobren status propio, apuntando, por ejemplo, a reducir las barreras de entrada y salida, a simplificar los requerimientos y procesos para la traducción de proyectos en empresas y a brindar una plataforma de instrumentos financieros y no financieros para incrementar su tasa de creación y supervivencia. Un segundo enfoque, se refiere al target de las políticas. Por ejemplo, una política puede ser de volumen y estar orientada a incrementar la cantidad de empresas en general o bien estar orientada hacia un nicho específico de la población o de las empresas que se desea crear. En este caso existirían, según los autores, dos tipos de políticas de nicho: (a) aquellas que buscan la inclusión social y apuntan a grupos tales como las personas desempleadas, las mujeres, los migrantes o la población joven, y (b) las políticas orientadas a la innovación y la competitividad, que por lo tanto se concentran en la población de investigadores, estudiantes universitarios, en determinados sectores intensivos en tecnología o que tienen como propósito incrementar el peso de las empresas innovadoras o de rápido crecimiento. Finalmente, están las políticas especializadas en algunos factores o, del otro lado, las de carácter holístico que buscan impactar sobre el conjunto de factores que inciden sobre el proceso emprendedor (desde la cultura hasta el financiamiento), buscando mejorar las condiciones para su creación y su crecimiento desde una perspectiva más dinámica, sistémica y de largo plazo.
En adición a estas tipologías y de acuerdo a los objetivos y horizontes de tiempo involucrados, las políticas de desarrollo emprendedor también pueden ser clasificadas tal como lo muestra el siguiente gráfico:
El mapa de las Políticas de Desarrollo Emprendedor
Fuente: Kantis (2010)
Las políticas de tipo I buscan ampliar la plataforma de futuros proyectos emprendedores. Las mismas se concentran en áreas que prometen generar impactos positivos en el largo plazo tales como la promoción de la cultura emprendedora, la educación y el desarrollo de instrumentos para despertar y alentar vocaciones y capacidades emprendedoras. Por el contrario, las políticas de Tipo II buscan facilitar la concreción y desarrollo inicial del “flujo existente” de proyectos avanzados, es decir, elevar la tasa de conversión de los proyectos emprendedores en empresas en marcha, y por consiguiente, reducir la mortalidad prematura. En el caso de las políticas de Tipo III, intentan acelerar el crecimiento de las empresas jóvenes. En este sentido, las áreas de actuación de las políticas de Tipo II y III podrían focalizarse conjuntamente en la provisión de asistencia técnica y financiera y en la facilitación de espacios para el desarrollo de redes de contacto con el propósito de aportar lo necesario para generar una inflexión positiva en la curva de desarrollo de la nueva empresa.
En suma, una política integral de desarrollo emprendedor debe asumir un enfoque que combine acciones de corto y largo plazo destinadas a las distintas etapas del proceso emprendedor para generar impactos positivos sobre el contexto emprendedor.
Dos casos: Brasil y Chile (resumen)
Brasil
Desde la década de 1970, el gobierno federal brasilero ha estado comprometido en el fortalecimiento del desarrollo de micro, pequeñas y medianas empresas a través de la intervención del Servicio Brasilero de Apoyo a Micro y Pequeñas Empresas (SEBRAE). Este fue el contexto en el cual se lanzó el programa Brasil Emprendedor a fines de la década de los noventa. Este programa consistió principalmente en la formación y financiación para emprendedores de todos los sectores y segmentos de la sociedad. Luego de cinco años de existencia independiente del programa, éste ha perdido la importancia estratégica y ha sido absorbido dentro del set de iniciativas que lleva a cabo el SEBRAE. En paralelo, Brasil ha implementado una gran red de centros de incubadoras de negocios. Esos centros son apoyados por diferentes organizaciones e instituciones educativas, las cuales son principalmente patrocinadas por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y SEBRAE.
Respecto al financiamiento de nuevas empresas de base tecnológica, el jugador más importante en Brasil es la Financiadora de Estudios y Proyectos (FINEP), quien informa al Ministerio de Ciencia y Tecnología. Desde fines de los noventa, FINEP ha adoptado el liderazgo respecto a políticas tecnológicas para fomentar el desarrollo emprendedor a través de una serie de fondos y programas que apuntan a estimular el emprendedorismo y la innovación. Uno de los programas más notables es INOVAR y, más recientemente, el programa de “Primeira Empresa Innovadora” más conocido como PRIME.
El programa PRIME
La población beneficiaria del programa son las empresas que tengan hasta dos años de edad, que ofrezcan productos y/o servicios innovadores, y cuenten con al menos un producto viable económicamente así como también un plan de negocios desarrollado. El programa es llevado a cabo mediante una red de operadores, los cuales son básicamente incubadoras de negocios. El modelo opera de manera descentralizada, esto quiere decir que el gobierno delega desde el proceso de selección y prestación de apoyo técnico para nuevas empresas hasta la administración de los subsidios a las incubadoras de negocios. Las empresas que se benefician del programa PRIME reciben subsidios de hasta US$70,000 para contratar servicios especializados de consultoría y recursos humanos para un período total de 12 meses. Durante la primera convocatoria del programa en 2009, 18 operadores fueron seleccionados y 3.154 empresas participaron, las cuales representaron más de 16 mil puestos de trabajo (FINEP 2010). El total del presupuesto destinado al programa para el año 2009 fue de US$138 millones. Las empresas beneficiadas por este programa pueden aplicar a otra iniciativa de FINEP, el programa Juro Zero, el cual ofrece préstamos a tasa cero para ser devueltos en un período máximo de ocho años.
Chile
Desde principios de 2000, Chile ha implementado varias iniciativas públicas y privadas a fin de promover la creación de nuevas empresas (Echecopar et al. 2006). El diagnóstico en ese momento arrojó que había dos factores que estaban afectando el bajo desempeño emprendedor de la economía chilena: la ausencia de una industria adecuada de capital de riesgo, y la falta de un flujo continuo de proyectos innovadores que sean invertidos.
La primera iniciativa comenzó en 1997 y apuntó a promover la creación de fondos de capital privado con apoyo público desde CORFO (primero préstamos especiales y luego fondos no reembolsables). Sin embargo, esos fondos no fueron exitosamente orientados hacia la prestación de capital de riesgo en etapas tempranas. En su lugar se concentraron más sobre capital privado y empresas más maduras.
Cinco años más tarde se implementaron dos iniciativas más. Con el propósito de incrementar el flujo se lanzó el programa que subsidia la creación y operación de incubadoras de negocios. Entre 2003 y 2008, este programa asignó US$11 millones para distintas incubadoras, 27 que operan en la actualidad (Innova Chile 2010). En 2010, se creó el Programa de Subsidio Semilla de Asignación Flexible (SSAF), en reemplazo de la línea de Capital Semilla, el cual fue diseñado para apoyar a nuevas empresas innovadoras que requieran recursos financieros para etapas de concepto del negocio y de validación técnica y comercial.
Programa de Subsidio Semilla de Asignación Flexible (SSAF)
El Programa SSAF crea un Fondo de Asignación Flexible con el fin de apoyar a emprendedores innovadores con proyectos de alto riesgo en el desarrollo de sus empresas en etapas tempranas de vida (creación, puesta en marcha). Simultáneamente, busca apoyar a las incubadoras para lograr el desarrollo de esos proyectos.
Los intermediarios del programa, las incubadoras de negocios, serán quienes gestionen el Fondo. Ellas son las que, además de administrar el dinero, tienen contacto directo con los emprendedores, eligen los proyectos y entregan los recursos a los beneficiarios finales del instrumento. Una vez que las incubadoras determinan los proyectos a apoyar, deben registrarlos en Innova Chile, que entrega el 75% del monto total del proyecto. El 25% restante deberá ser recaudado por los intermediarios a través del sector privado. Para estos proyectos registrados, las incubadoras pueden asignar sin previa aprobación de Innova Chile hasta U$S 20.000 por proyecto, básicamente para mentoring, asistencia técnica especializada y capital de trabajo.
Paralelamente, Innova Chile le otorga un subsidio de U$S 400.000 anuales por incubadora para la operación de la misma (incluye sueldos, impuestos, etcétera) y un monto variable adicional sujeto al logro de ventas, crecimiento de ventas o financiamiento privado de los proyectos apoyados por cada incubadora. Adicionalmente, se le permite al intermediario poseer como máximo un 7% de las acciones de la empresa incubada. Dada la reciente creación del programa, aún no se cuenta con resultados.
Discusión: similitudes y diferencias entre ambos casos
En primer lugar, la asistencia técnica y financiera son instrumentos relevantes en ambos casos, y las incubadoras de negocios son la principal plataforma operativa para el trabajo directo con los emprendedores. Los gobiernos nacionales, por su parte, tienden a operar desde un segundo piso. Otro punto muy interesante tiene que ver con las dificultades encontradas para desarrollar una oferta de financiamiento para etapas tempranas. Del lado de la oferta, contar con inversores que reúnan las capacidades y la orientación al riesgo, es un desafío clave. Desde el lado de la demanda, la debilidad del flujo de proyectos es una complicación. Por otra parte, en ambos casos, al estímulo a la creación de fondos le siguió la creación de programas públicos de capital semilla y nuevas iniciativas para desarrollar la industria de capital de riesgo para las fases posteriores. Ambos gobiernos han implementado programas específicos que ofrecen subsidios para emprendedores nacientes, coinvirtiendo con diferentes actores en la creación de fondos específicos en etapas tempranas.
Sin embargo el alcance de los instrumentos financieros implementados en cada país son diferentes. Mientras el modelo brasilero se basa fuertemente en la creación de fondos, Chile también fomenta la creación de redes de inversores ángeles. Brasil, por su parte, lleva a cabo foros específicos que apuntan a relacionar a los emprendedores con los inversores. Otra diferencia clara es el grado de descentralización en la selección de los beneficiarios y la gestión de los subsidios. El modelo de Brasil está más avanzado en este aspecto, aunque Chile estaría procurando seguir, actualmente, la misma tendencia. Chile también está revelando una mayor inquietud respecto del desempeño de las empresas intentando alinear los incentivos a las incubadoras en esa dirección. En este aspecto se encuentra en una posición más proactiva que la de Brasil.