El diario argentino La Nación explica diversos casos de innovación y creación de empresas vinculado con actividades rurales y la producción de alimentos. Uno de los emprendedores relevados dice: “En Silicon Valley hay una visión binaria del impacto de la innovación. Los fondos van a las tecnologías de punta o a innovaciones que impactan en los lugares más pobres del mundo. América latina, que está en el medio, queda fuera del radar de esta visión binaria y ahí hay una oportunidad grande para los emprendedores de la región”.
La producción, realizada por el periodista Sebastián Campanario y publicada a principios de mayo de 2015, da cuenta de diversos emprendimientos vinculados con los productos alimenticios o la producción agropecuaria. En primer término explica el caso de la empresa Booster. Su cofundador, Marcos Alvarado, detectó que la “ola innovadora, por sus costos, no llegaba a los hombres de campo con explotaciones más pequeñas, que tienen restricciones tecnológicas y financieras para adoptar ‘llave en mano’ las ideas que surgen en Silicon Valley o en otros centros de innovación del Primer Mundo. Junto con su socio, Sebastián Galdeano, crearon Booster, una plataforma de información para el agro (de clima y precios, sobre todo) que corre sobre mensajes de texto, atendiendo a los problemas de conectividad que hay en zonas rurales. ‘Las pequeñas granjas representan el 80% del volumen total del mercado, son las que producen el 70% de los alimentos que consumimos, y las que deberán duplicar o triplicar su producción para abastecer a los dos mil millones de personas más que seremos en los próximos años’, dice Alvarado.
Y agrega el artículo: “Dentro de dos semanas, Booster se presentará en la Collision Conference de Las Vegas ante fondos de inversión para seguir capitalizándose. Allí estarán grandes inversores de riesgo, atraídos por el boom de innovaciones del segmento AgTech, que tiene historias ya legendarias como la de The Climate Corporation, creada por un ex Google y vendida el año pasado a Monsanto en 970 millones de dólares. Buena parte de estos emprendimientos se apalancan en la revolución de la ubicuidad de datos en Internet (big data) y en las mejoras que este fenómeno conlleva para poder predecir eventos climáticos” .
“Booster”, continúa el periodista, “es un caso de ‘innovación con los pies sobre la tierra’ (en este caso, literal por su orientación agrícola) de la realidad latinoamericana: su mercado objetivo está en la Argentina, pero la demanda mayor está proviniendo de América Central, donde hay un sector agrícola más atrasado y atomizado que el local.”
Continúa más adelante el artículo:
“‘En Silicon Valley, hay una visión binaria del impacto de la innovación’, cuenta Leonardo Valente, un argentino de 35 años que pasó por Singularity University. ‘Los fondos van a las tecnologías de punta, con novedades ultradisruptivas, o en el otro extremo a innovaciones que impactan en los lugares más pobres del mundo -acceso al agua potable en África, etc.-. América latina, que está en el medio, queda fuera del radar de esta visión binaria y ahí hay una oportunidad grande para los emprendedores de la región. En el Primer Mundo no se llega a entender que hay una enorme proporción de la población global que está en la «base de la pirámide», pero que no vive en la indigencia.’ Valente viene trabajando en varios proyectos que tratan de sacarle jugo a este arbitraje. Junto con un compañero mexicano y con un chileno de Singularity se asoció para crear un motor “híbrido” que funcione a electricidad y a nafta. El prototipo ya está en la final del concurso Start Up México y, si todo sale bien, podría estar en el mercado el año que viene a un costo de 2.000 dólares. La idea detrás de la iniciativa es que, si bien hay mucho consenso en que el auto del futuro será eléctrico, la región no pude cambiar ‘de un saque’, por una cuestión de costos, todo su parque automotor, y para la transición pueden servir este tipo de soluciones que tienden un puente entre ambas etapas. Además, América latina, y la Argentina en particular, ya tienen una cultura de conversión del motor (de naftero a gas) que puede ayudar para masificar la adopción.”
“Ideas como la de Valente”, agrega el periodista Campanario, “entran en la categoría de respuestas que Gary Marcus describe en su libro Kluge, una palabra que proviene del lunfardo de los programadores de software: alude a aquellas soluciones poco glamorosas y poco elegantes, armadas a veces con parches, pero que funcionan y son eficientes (…) Este tipo de innovaciones, sin embargo, tienen un problema de ‘relato’, porque el foco está puesto en las aplicaciones de celular o en los avances más futuristas, tanto de los inversores como de los medios y las políticas públicas: los funcionarios, hoy, cuando lanzan un programa de innovación, prefieren anclarse en la impresión 3D antes que en los mensajes de texto.”