El avance de los ángeles inversores en América Latina impide basarse en moldes y estereotipos. Acá, algunos conceptos reflexivos para mejorar el punto de partida.
De todas las fuentes de financiamiento existentes para nuevos emprendimientos, los inversores ángeles (IA) son los que han despertado mayor atención tanto desde la investigación como de las actuaciones de fomento. En un principio este interés estaba motivado por su escasez y relativo anonimato. Con el tiempo, la actividad de los IA fue ganando difusión y hoy el interés por ellos se debe a su contribución y potencialidad como fuente financiamiento de las etapas tempranas en emprendimientos dinámicos. En estas líneas que siguen a continuación se pretende reflexionar acerca de algunas tendencias emergentes identificando algunos desafíos que enfrenta el desarrollo de los IA en la región.
El estereotipo más difundido de un IA es el de un hombre adinerado, de mediana edad con experiencia en el ámbito corporativo, típicamente un empresario, ex-gerente o director de alguna firma, que invierte en empresas con potencial de crecimiento a cambio de una participación minoritaria e involucrándose directamente en la gestión de la misma. Esta caracterización deja de lado la importante heterogeneidad que existe aún dentro de la categoría de IA. Por ejemplo, según el número de inversiones realizadas previamente, la literatura habla de IA primerizos, latentes o activos. Así también, hay IA individuales, redes de IA y hasta empresas o fondos que realizan inversiones del tipo IA como parte de sus actividades regulares. Finalmente, algunas evidencias recientes en la región nos dan algunas pistas acerca de un nuevo tipo de IA, el “ángel emprendedor” según la literatura. Se trata en general de jóvenes emprendedores, fundadores de empresas dinámicas que como resultado de la venta de la misma de su empresa comienzan a invertir en empresas con potencial de crecimiento (Lea: ¿Qué pasa con las empresas jóvenes que reciben inversiones? Cuatro casos de América Latina – Parte final).
Estos IA emprendedores no sólo cuentan con recursos, contactos y conocimientos técnicos sobre el sector sino que principalmente pueden aportar un cúmulo de experiencias (y conocimientos tácitos) sobre el proceso emprendedor y, en especial, sus primeras etapas, que son de gran valor para aquellos que están iniciando sus carreras emprendedoras. Adicionalmente, este tipo de IA emprendedor aporta “sangre nueva” a los incipientes ecosistemas emprendedores no sólo con su aporte en la provisión de fondos, completando algunos casilleros vacíos en la industria del capital emprendedor, sino también a través de sus experiencias en la gestión y direccionamiento de las inversiones de los fondos o redes de IA, algo que ha caracterizado – por ejemplo – a la industria del capital emprendedor en países como Israel, en donde es común ver a ex-emprendedores como gerentes de fondos de capital emprendedor.
La otra tendencia observada en la región, aunque menos reciente que la anterior, es la emergencia de las redes de IA. Sin embargo, aún dentro del segmento de las redes de IA, se está comenzando a evidenciar una importante heterogeneidad que incluye desde asociaciones más o menos formalizadas del “tipo club” donde son ellos los que deciden directamente en qué y cuánto invertir, hasta configuraciones más complejas, gestionados por gerentes. Estos esquemas introducen la figura del gerente y con éste un nuevo marco de relaciones al interior de la red. De esta forma, se abre la posibilidad de que los criterios e incentivos de los gerentes puedan no estar del todo alineados con las expectativas y criterios de los inversores que forman esa red, una situación que la literatura llama relación del principal y el agente. Del mismo modo, la importancia que cobra la figura del gerente en estas iniciativas más complejas pone de relieve la necesidad de contar con profesionales capacitados y conocedores del mundo emprendedor que puedan desempeñar este rol. Éste constituye sin dudas uno de los desafíos más importantes en la región de cara al desarrollo y consolidación de este tipo de iniciativas.
Otro punto importante sobre el cual reflexionar tiene que ver con las dificultades que existen para reunir a los inversores necesarios para construir las redes. Si bien son bastante claras las ventajas que este tipo de arreglos pueden tener tanto desde la perspectiva del inversor individual como del emprendedor que busca financiamiento y del ecosistema todo, esto no siempre es tan fácil de concretar en la realidad. En primer lugar, todavía subsiste en nuestra región una visión cortoplacista de parte de los inversores que buscan ganancias rápidas y sin asumir un elevado riesgo (están más acostumbrados a negocios en bienes raíces o bancarios). “Educar al Inversor” es en este sentido una tarea sobre la que todavía hay mucho por hacer en la región. El diseño de mecanismos alternativos que permitan la salida de la inversión es otro aspecto donde se debe avanzar decididamente de cara a motivar o alterar los incentivos de los inversores a participar en esta industria.
En segundo lugar, existen inversores que prefieren invertir como “lobos solitarios” o bien ser ellos mismos quienes elijan con algún criterio de empatía o complementariedad con quienes compartir inversiones. Como sucede en otros ámbitos, el desarrollo de relaciones de confianza y proyectos conjuntos en América Latina lleva más tiempo y esfuerzo que en otras latitudes como resultado de un menor desarrollo relativo del capital social. Este es otro de los puntos sobre los cuales se están haciendo importantes esfuerzos y que en el futuro se deben continuar, en especial en lo que a la construcción de Ecosistemas se refiere.
Finalmente, un punto adicional para reflexionar refiere a las políticas y programas orientados a promover la actividad de los IA. En efecto, las formas clásicas de intervención observadas en otras latitudes -incentivos fiscales para promover la inversión y adecuaciones del marco regulatorio para proteger a emprendedores e inversores- deben ser complementadas con un enfoque más activo y selectivo, donde se incluya el subsidio a la conformación de redes de IA y la creación de esquemas de co-inversión pública-privada y la formación y atracción de actores clave (inversores, gerentes, fondos del exterior). Sin embargo, todos los esfuerzos que se hagan desde el lado de la oferta de financiamiento no tendrán impacto sobre el Ecosistema si no se trabaja con la misma decisión sobre el lado de la demanda, es decir, acciones directamente orientadas a incrementar el flujo de proyectos con el perfil y potencial para ser invertidos por un IA y la formación de los emprendedores.