El suplemento económico dominical del matutino Clarín interrogó a fuentes calificadas sobre su opinión del último ranking publicado, que marca un fuerte descenso del país en la comparación regional y global.
Con autoría del periodista Damián Kantor, la producción recabó puntos de vista de diferentes actores del ecosistema argentino a partir del retroceso relativo según el ICSEd 2016, que ubicó al país en el 7° puesto regional (estaba en el tercer lugar) y 43° entre 56 economías de todo el globo (cayó 5 escalones desde 2013).
Sobre las perspectivas futuras, hay distintas opiniones. Para Rubén Ascúa, presidente de la Red Pymes (una asociación que agrupa académicos y asociaciones vinculadas al ecosistema emprendedor), “la Argentina tiene un problema congénito”. El experto menciona por un lado temas de índole institucional (“riesgos y cambios permanentes en las reglas de juego”). Y por otro, que “las universidades promueven más la tradición al empleo en corporaciones y no hacia la formación de nuevas empresas”. Ascúa, de todos modos, aclara que desde las universidades hicieron esfuerzos para cambiar la tendencia, “pero el impacto fue bajo”. Sin dejar de convalidar las conclusiones del ICSEd-Prodem, hay otros que se muestran optimistas. “Es la foto correcta, pero hasta el año pasado. Hoy hay mucha expectativa. Desde 1983 que no hay tanta esperanza, y es el tipo de esperanza que promueve emprendimientos”, sentencia Lisandro Bril, de AxVentures, un fondo de inversión que administra US$130 millones.
El GEM (Global Entrepreneurship Monitor), otra fuente comparada en el artículo, revela que la actividad emprendedora en el país creció del 14% al 17,8% en 2015. Esto parece contradecir al ICSEd-Prodem, pero los expertos remarcan que el concepto “emprendimiento” es muy amplio y abarca los de oportunidad (los que inician porque ven un buen negocio) y los de necesidad (un cuentapropista desempleado). El porcentaje de los que emprenden por necesidad aumentó 50%, “dada la situación, la inflación, pero prevemos una suba en los de oportunidad por el cambio de expectativas”, interpreta Silvia Torres Carbonell, responsable del GEM a nivel local y funcionaria del Gobierno porteño.
El interés radica en los proyectos de alto potencial de crecimiento. En este sentido, la Argentina “tiene en el área tecnológica el más vibrante ecosistema emprendedor”, proclama Lisandro Bril. El inversor sostiene que es un sector “que no tiene regulación estatal, sin insumos y con abundante talento y creatividad”, dijo, y puso como ejemplo a Globant: “En 2003 era un proyecto en un Power Point. Hace tres años salió a la Bolsa y hoy cotiza US$1.600 millones”.
Otra fuente consultada es Gabriela Macagni, directora de la Fundación Endeavor, para quien hay distintas clases de emprendimientos. De todos, “los proyectos de alto potencial tienen como foco los mercados globales, porque los que restringen su actividad a las economías locales tienen mayor riesgo”, introduce. También rescata las mejores condiciones que existen en tecnología, “por la calidad de sus recursos humanos, sus conocimientos técnicos y un ecosistema que favorece y potencia las nuevas start ups”. En Brasil y México, para Macagni, se destacan los emprendimientos de naturaleza industrial y del retail, “lo que es lógico, ya que tienen mercados mucho más grandes que el argentino”.
Por último, desde la Fundación Empretec (que promueve talleres de capacitación para emprendedores) brindaron más pistas. “Hay una serie de 10 patrones de conducta para concretar un proyecto exitoso”, explica Sebastián Scherman, coordinador del programa. Estas conductas son: oportunidades, persistencia, cumplimiento de compromisos, exigencia de calidad, calcular bien los riesgos, fijar metas, búsqueda de información, planificación, persuasión y contar con redes de apoyo. “No calcular los riesgos y la falta de una planificación sistemática son las principales debilidades de los emprendedores argentinos”, expresó Scherman.