El concepto de born global surge a inicios de los años 90′ en un informe de la consultora McKinsey sobre las empresas exportadoras australianas. Ese reporte identificaba a un conjunto de empresas nuevas que ya desde su creación se encontraban exportando. Este fenómeno llamó la atención de los académicos pues ponía en jaque el tradicional enfoque secuencial, que plantea a la internacionalización como un proceso de aprendizaje gradual, que va de menor a mayor en cuanto a grados de complejidad, coeficientes de exportación, proximidad geográfica y cultural de los mercados de destino, entre otros aspectos.
Hoy, pasados casi 20 años desde su primera aparición, el concepto de born global ha ido evolucionando para incluir más dimensiones. Estas firmas no se caracterizan solamente por su velocidad de internacionalización, sino también por la importancia que estas actividades tienen en el total de ventas de las empresas, la variedad y distancia geográfica de los destinos y la adopción de formas innovadoras de entrada en esos mercados.
Sin dudas, la creciente globalización del intercambio, la aparición de grandes compradores mundiales así como las revoluciones en las telecomunicaciones son factores que alimentaron el crecimiento del número de empresas recién nacidas que rápidamente se vuelcan a los mercados internacionales. No menos cierto es, sin embargo, que la mayor presencia de emprendedores con mentalidad global y con conocimientos, contactos y experiencias en otros países ha impulsado también esta tendencia.
De todas formas, lo que parece claro – sobre todo en el contexto latinoamericano – es que la aparición de este nuevo fenómeno no dió por tierra con el enfoque tradicional. Es cierto que existe un pequeño núcleo de empresas muy dinámicas que saltan las fronteras dando pasos largos, pero para la mayor parte de las empresas jóvenes latinoamericanas el cambio consiste principalmente en la aceleración de los tiempos en los cuales se largan al proceso exportador. Quizás, más que de born globals, convendría hablar de “exportadores precoces”. De esta forma, a la hora de pensar programas para fomentar la internacionalización temprana de las empresas no sólo habría que tener en cuenta la importancia de conectarlas con mercados alejados sino también con aquellos en los cuáles podrán hacer sus primeras experiencias exportadoras.