Desde la materia Creación de Empresas de la Universidad Nacional de General Sarmiento, el equipo Prodem impulsa los “Encuentros con emprendedores”. Una iniciativa que conecta a estudiantes, docentes y la comunidad universitaria con historias inspiradoras de emprendedores destacados.
Más que charlas, son oportunidades de aprendizaje a partir de experiencias concretas, con sus logros, desafíos y aprendizajes. En esta edición, conocimos el caso de Dreamoms: una startup que demuestra que la tecnología puede ser mucho más que eficiencia y escalabilidad; puede ponerse al servicio de resolver problemas sociales profundos. Su fundadora, Claudia Guerra, transformó su propia experiencia de maternidad en el centro de una plataforma que hoy acompaña a miles de mujeres. Una historia que invita a reflexionar sobre cómo integrar tecnología con propósito, los desafíos que enfrentan las mujeres al emprender y el rol del ecosistema en abrir caminos más equitativo
- ¿Qué es Dreamoms y cómo funciona hoy?
Dreamoms es mucho más que una comunidad: es una plataforma digital diseñada para acompañar a las mujeres en uno de los procesos más intensos de sus vidas, la maternidad. Nuestro foco está puesto en el bienestar y la salud mental materna, porque entendemos que muchas veces ese aspecto queda invisibilizado tanto por la sociedad como por los entornos laborales.
Recientemente lanzamos a ‘Clau’, una inteligencia artificial que acompaña de manera personalizada a las mujeres durante el embarazo, el posparto y el regreso al trabajo. Clau no reemplaza la ayuda profesional, pero sí funciona como una guía constante, cercana y disponible 24/7. A través de Clau, buscamos aliviar la carga emocional, responder dudas, ofrecer contención y generar alertas tempranas sobre situaciones de salud mental que necesitan atención.
Dreamoms también trabaja directamente con empresas en América Latina que deciden tomar acción y cuidar a sus trabajadoras madres. Les ofrecemos un sistema integral que les permite acompañar a las colaboradoras en su reinserción laboral después de la licencia por maternidad, sin que eso signifique una carga para la empresa. De hecho, está demostrado que una madre que se siente respaldada es más productiva, más leal y más comprometida con su trabajo.
Nuestra propuesta es clara: transformar lo que históricamente se ha visto como un ‘problema de recursos humanos’ en una oportunidad de valor humano. Cuando una empresa se compromete con el bienestar de sus trabajadoras madres, gana en reputación, en cultura organizacional y, por supuesto, en resultados.
En resumen, Dreamoms es tecnología con corazón: usamos IA, datos y servicios digitales para mejorar la vida de las mujeres y generar impacto positivo también en sus entornos de trabajo.
¿Cómo nace Dreamoms?
Dreamoms nació desde un lugar muy humano y muy real, no fue una idea que surgió de un plan de negocio ni de un análisis de mercado. Nació de la necesidad urgente que yo misma viví como mujer, madre y emprendedora. Cuando tuve a mi hijo, me encontré con un montón de preguntas sin respuestas claras, sin redes de apoyo reales, y con una sensación de soledad abrumadora. Esa experiencia me hizo pensar que, si yo me sentía así, seguramente había muchas otras mujeres enfrentando las mismas dificultades, sin canales para expresarlo ni herramientas para resolverlo.
Entonces, empecé a crear un espacio para compartir, para que pudiéramos escucharnos, apoyarnos y aprender juntas. No solo con palabras, sino con acciones concretas. Dreamoms fue creciendo como una comunidad que contenía y empoderaba, porque no había otra alternativa: estábamos todas buscando cómo sostener la maternidad y a la vez mantenernos activas, creativas, productivas.
Fue un proceso orgánico, lleno de aciertos y errores, donde la idea se fue transformando. Lo que comenzó como un grupo de apoyo emocional se volvió una plataforma para organizar recursos, talleres, asesorías, y también un canal para visibilizar a las mujeres emprendedoras. Así, Dreamoms pasó a ser algo más grande, un proyecto que aspira a cambiar la forma en que la sociedad y el ecosistema ven y acompañan a las madres emprendedoras.
- ¿En qué momento Dreamoms se convierte en una startup tecnológica?
No puedo decir que desde un principio soñé con ser una startup, eso fue algo que vino después, casi como una consecuencia inevitable. Mi foco siempre fue el impacto social: ayudar a las mujeres a superar barreras reales y concretas. Pero conforme fuimos creciendo y sumando gente, nos dimos cuenta de que para llegar a más personas y tener un impacto sostenido necesitábamos usar la tecnología, porque solo con redes presenciales no alcanzábamos.
Aprendí a usar plataformas digitales, a entender la importancia de los datos, de la comunicación en línea, y empecé a ver el potencial de las herramientas tecnológicas para multiplicar el alcance y la calidad del apoyo que ofrecíamos. Eso nos llevó a profesionalizar la operación, a armar un equipo con perfiles técnicos, y a buscar financiamiento.
Fue un salto enorme: de ser un grupo informal a convertirnos en una startup con un modelo de negocio claro, objetivos de crecimiento y métricas que monitorear. No fue fácil, ni rápido. Tuve que aprender a hablar otro idioma, el del emprendimiento y la inversión.
Pero nunca perdí de vista el propósito original. La tecnología es solo un medio para que Dreamoms pueda cumplir su misión: que ninguna mujer se sienta sola ni tenga que abandonar sus sueños por falta de apoyo.
- ¿Cómo viviste el vínculo con el ecosistema emprendedor?
Cuando empecé, el ecosistema me parecía un mundo ajeno, lleno de gente que sabía lo que hacía y que tenía las reglas del juego claras. Yo estaba aprendiendo a caminar en un terreno desconocido y a veces hostil. Me tocó enfrentar muchas reuniones donde sentía que mi voz no tenía el mismo peso, donde me preguntaban cosas que a mis pares masculinos no les preguntaban, o donde simplemente no encontraba el apoyo que necesitaba.
Esa sensación de no pertenencia es común para muchas mujeres emprendedoras, y no solo por ser mujeres, sino porque muchas veces no tienen acceso a la formación ni a los espacios de conexión que otros sí. Eso genera un círculo vicioso que limita la posibilidad de crecimiento y financiamiento.
Pero también descubrí que el ecosistema puede ser un lugar de oportunidades si sabemos cómo vincularnos, si hay voluntad de apertura y diálogo. Por eso empecé a involucrarme más, a buscar alianzas con instituciones como Prodem, que trabajan en entender y fortalecer el ecosistema en Latinoamérica.
Para mí, es fundamental que el ecosistema se construya desde la colaboración entre todos los actores: desde los emprendedores, hasta los inversores, las aceleradoras, los organismos públicos y las universidades. Solo así se podrá crear un entorno que realmente acompañe y potencie a quienes están en el día a día, con sus desafíos concretos.
Además, estoy convencida de que es necesario pensar en cómo reactivar y fortalecer los ecosistemas locales, porque la pandemia dejó a muchos espacios en pausa. En Tarapacá, por ejemplo, estamos luchando para que las redes vuelvan a funcionar, porque sin esa base no hay crecimiento posible.
- ¿Por qué hay tan pocas mujeres liderando startups tecnológicas?
Es una pregunta que me hago todos los días, porque conozco el talento, la capacidad y la pasión de muchas mujeres que podrían liderar proyectos increíbles. La respuesta es compleja, pero tiene raíces claras: el sistema está estructurado para que las mujeres tengan una carga desproporcionada en la conciliación laboral, familiar y social.
La corresponsabilidad sigue siendo una deuda gigante. Las mujeres todavía asumimos la mayor parte del cuidado de los hijos y de la casa, y eso limita el tiempo y la energía que podemos dedicar a desarrollar un emprendimiento tecnológico, que exige muchas horas, viajes, reuniones y una gran flexibilidad.
Además, existen sesgos inconscientes que impactan en las oportunidades. Por ejemplo, en las rondas de inversión nos preguntan cómo hacemos para conciliar la maternidad con el negocio, mientras a los hombres los interrogan por su visión y plan de crecimiento. Esto invisibiliza nuestro talento y nuestra capacidad, y reduce la confianza en nuestros proyectos.
También hay mandatos sociales que nos enseñaron a cuidar más que a cobrar, a priorizar el rol de madres por encima del profesional. Romper esos mandatos no es sencillo, porque implican cuestionar la cultura y las expectativas de toda la sociedad.
Para cambiar esta realidad necesitamos una mirada con perspectiva de género, que incluya medidas concretas, como fondos de financiamiento que contemplen el cuidado infantil o que faciliten la participación femenina en el ecosistema. Porque sin esos apoyos, muchas mujeres simplemente no pueden presentarse a competir en igualdad de condiciones.
No es cuestión de capacidad, sino de condiciones. Y esas condiciones son responsabilidad de todos: del ecosistema, de las políticas públicas, de las empresas y también de las familias.
- ¿Alguna reflexión final para quienes deseen emprender?
Emprender es atreverse a transformar una idea en acción, aun cuando el camino esté lleno de incertidumbres. Cada paso implica aprender, adaptarse y crecer, pero también abrir oportunidades para generar impacto real. En este proceso, resulta fundamental contar con una brújula clara: comprender qué problema resolver y por qué hacerlo. Al mismo tiempo, ningún emprendedor avanza en soledad; la fuerza del ecosistema radica en acompañar, inspirar y potenciar esas iniciativas.
A los actores del ecosistema les dejo un mensaje: construyamos juntos un espacio que no solo piense en resultados, sino en personas. Que entiendan que detrás de cada startup hay vidas, historias y desafíos que merecen respeto y apoyo real.
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