En un artículo publicado recientemente en el New York Times, se pone atención al surgimiento de “empresas emergentes” en el Silicon Valley, sobre la base de una novedosa metodología. Curiosamente, se asemejan a algunas prácticas de los emprendedores dinámicos latinoamericanos. Aquí comentamos las claves para estimular el fenómeno en nuestra región.
Una reciente nota publicada por el New York Times pone el foco en una nueva etapa innovadora que se está desarrollando en el Silicon Valley (SV). Su autor, el periodista Steve Lohr, afirma que “a lo largo de los años, el SV ha demostrado una destreza económica incomparable para saltar de un sector de oportunidad a otro, de la electrónica militar a las láminas de silicio, a las computadores personales y a Internet”. Sin embargo, dice, en la actualidad el foco de actividad del SV se ha ampliado notoriamente y abarca una multiplicidad de áreas tales como la agricultura, las tecnologías limpias, el diagnóstico médico, la medicina preventiva y el transporte, entre otros. Es decir, la tecnología aplicada a diversos sectores como una industria en sí misma.
Lo novedoso, según el artículo, es que se ha venido gestando – desde el propio ecosistema emprendedor del SV, que incluye por supuesto a los propios inversores y a los estudiantes universitarios de la región – una suerte de modelo o “método científico” donde el producto ya no es el eje exclusivo de la innovación, sino que la misma abarca a las formas mismas de emprender.
Tal es así, que el tradicional modelo de Plan de Negocios ha dado paso a metodologías de testeo del negocio mucho más ágiles y “aggiornadas” a los tiempos que corren, en particular, en lugares y sectores tan dinámicos como los de alta tecnología.
El método pone el foco en desarrollos rápidos de “productos viables mínimos”, versiones de productos elementales para que los clientes puedan testear y emitir su opinión, para luego mejorarlos. De este modo se plantea una hipótesis, se experimenta y se testea en el mercado desde el primer día en que se crea la empresa. Este modelo ha recibido el nombre de “empresa emergente delgada” (Ries y Blanc, 2011).
Algunas universidades estadounidenses ya están poniendo a prueba el método, aunque como señalábamos en una reseña anterior de esta misma sección, se trata de una porción minoritaria de casas de altos estudios, con iniciativas aún en etapa muy embrionaria. En este esquema, los estudiantes universitarios deben crear una empresa real y para tal fin reciben fondos de la universidad, y la empresa debe tener ingresos reales para el final del semestre. Es sabido que la mayoría de las empresas emergentes fracasa, pero precisamente el objetivo es generar una cultura de aprendizaje que no penalice el fracaso.
Aroma regional
Sin embargo, abandonando por un momento el mítico valle de California y posando la mirada en el largo territorio al sur del Río Bravo, ¿es acaso esta metodología una innovación exclusiva de las empresas del SV?
Al reflexionar sobre esta metodología, vale la pena analizar la cuestión desde diferentes perspectivas. La idea de “empresa emergente” y su metodología de rápido testeo en el mercado con prototipos de productos en estados elementales, se asemeja notoriamente a los “embriones de empresas dinámicas”. Y tampoco está muy lejos, conceptualmente, de lo que se ve en la práctica de las empresas innovadoras latinoamericanas en sus primeros pasos. En el capítulo 3 de libro del Prodem “Corriendo Fronteras”, están documentadas las experiencias que confirman estas prácticas particularmente útiles para ahorrar recursos y orientarse rápidamente al mercado.
Por un lado, esta metodología tiene mucho más impacto a nivel agregado cuando se potencian las redes generadoras de conocimiento – centros de investigación, universidades, institutos de I+D – y el mundo de los negocios. Estos vínculos facilitan la incorporación de tecnología en sectores no tradicionales, alejados de la esfera más propia de la ciencia y la academia, que son aquellas ramas que despliegan un enorme potencial y están siendo foco de innovación en el SV. Esta es una asignatura pendiente también para América Latina.
Pero además, en los programas de apoyo y en las propias universidades de la región, todavía está muy arraigada la idea del emprendedor con su Plan de Negocios debajo del brazo. La evidencia muestra – como el caso de un emprendedor dinámico entrevistado en este número de la Newsletter – que en las primeras etapas el factor planeamiento pesa menos. Y que es mucho más importante en ese período inicial el networking, la cercanía al mercado y el desarrollo de productos sencillos como plataforma inicial para posteriores innovaciones y desarrollos a medida de las necesidades de los clientes. El foco en planificar el negocio entero, en esta etapa inicial, no parece ser lo más aconsejable, por la velocidad de los cambios y de los propios ajustes al negocio. Dejamos la inquietud planteada para las incubadoras, aceleradoras de negocios y programas de apoyo en general, que centran sus esfuerzos en que los emprendedores desarrollen el Plan de Negocios.