Un diálogo entre corporaciones y organizaciones de apoyo al emprendimiento que ayuda a entender cómo las grandes empresas pueden abrir oportunidades concretas para startups y aportar al desarrollo de los ecosistemas. La conversación deja en claro prácticas, límites y aprendizajes que permiten identificar qué modelos de colaboración generan impacto real en la región.
Antofagasta, San Pablo y Valparaíso muestran realidades estructurales muy distintas: la primera, profundamente minera; la segunda, el epicentro latinoamericano del open innovation; la tercera, una región donde el capital humano es abundante pero la tracción empresarial todavía es limitada.
Sin embargo, el diálogo reveló algo en común: las oportunidades para emprender no aparecen solas. Se construyen —y un caso especial son las que se construyen desde el vínculo entre grandes empresas y startups.
Desde Antofagasta, Abel Benítez (BHP) recordó que la minería chilena aprendió hace años que su competitividad depende de su capacidad para innovar junto al entorno. La región, dijo, está viviendo un punto de inflexión: las grandes compañías comienzan a abrir sus puertas porque “cuando se agotan las ideas dentro de la empresa, hay que salir a buscarlas afuera”.
En San Pablo, Bruno Rondani (100 Open Startups) situó la conversación en un contexto más global: después del boom de inversiones y del “invierno” reciente del venture capital, lo que permanece es la innovación abierta como estrategia de largo plazo. Las corporaciones, explicó, están reorganizando sus equipos, pero no están abandonando el modelo: están ajustando sus compromisos para hacerlo más sostenible. Su lectura fue clara: “no basta con tener talento; hay que activar al sector privado para que lo contrate”.
Lo más valioso del intercambio no fue el diagnóstico —fueron los aportes acerca de cómo cada territorio está articulando oportunidades concretas para emprendedores.
En Antofagasta, BHP implementó dos instrumentos que están cambiando la lógica de relación entre la gran minería y los proveedores locales:
- Compra Local: elimina el 90% de las trabas administrativas y paga en 7 días, haciendo posible que PYMEs y startups entren sin asfixiarse.
- ASTER: una aceleradora de startups tecnológicas que las conecta no solo con BHP, sino con toda la industria minera, priorizando el acompañamiento de pilotos reales.
La clave no fue solo “abrir puertas”, sino revisar reglas y procesos para que el ingreso de nuevos actores fuera posible.
En San Pablo, la apuesta va por otro lado: compromisos estratégicos de cinco años entre corporaciones que sostienen la innovación abierta más allá de los ciclos económicos. El aprendizaje según Bruno Rondani fue directo: “Las políticas tienen dificultades para comprometerse a largo plazo y las startups no tienen horizonte de diez años. Pero las corporaciones sí. Ahí está el punto de apoyo.”
En Valparaíso, el desafío es activar al sector privado desde la gobernanza. EIVA busca pasar de aportes simbólicos a compromisos estratégicos que permitan retener talento, crear demanda local y conectar startups con oportunidades reales. Pero para eso, como dijo Jaime González, el sector privado necesita “creer” en el ecosistema que habita.
La conversación siguió y dejó algunos puntos clave como aprendizajes y para seguir profundizando. El primero de ellos es que el surgimiento de oportunidades para los emprendedores no depende únicamente del acompañamiento institucional, sino que está intrínsecamente ligado a la dinámica del mercado. Si las grandes corporaciones no participan activamente a través de la compra de productos o servicios, el ecosistema de innovación difícilmente logrará despegar. En este sentido, la demanda de las empresas existentes es un motor clave que activa y da sentido a todo el sistema.
Para que los proyectos de innovación abierta entre corporativos y startups den sus frutos se requiere compromisos estables y de largo plazo. Los proyectos de corta duración, por ejemplo de doce meses, resultan insuficientes para consolidar un entorno propicio para el desarrollo de nuevas soluciones.
La gobernanza ocupa un lugar central en este proceso. Un ecosistema se consolida y se ordena cuando existen actores claros que convocan, habilitan y definen el horizonte estratégico. Saber quién lidera, quién facilita y hacia dónde se dirige el esfuerzo colectivo permite alinear intereses y fortalecer la cooperación entre los distintos participantes.
Aunque no existe una “receta única” para el éxito, se pueden identificar algunas condiciones comunes que favorecen el desarrollo de oportunidades reales desde grandes empresas. La primera es tener reglas transparentes, que generen confianza y certidumbre en los procesos de vinculación e innovación. La segunda es contar con procesos ágiles y no asfixiantes, que faciliten la incorporación de emprendimientos y la experimentación. Finalmente es clave el propósito compartido, capaz de alinear los intereses de ambas partes hacia metas y beneficios comunes.
Esta charla no dejó un manual. Dejó algo mejor: la certeza de que cuando las grandes empresas se sientan a la mesa con startups y con quienes articulan el ecosistema, el espacio de oportunidades potenciales se abre y el emprendimiento dinámico e innovador deja de ser discurso para convertirse en práctica.
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